CUBA: UNA REALIDAD DOLOROSA

Vivir a ciegas, no tener un sentido marcado para determinar cuál será nuestro futuro a corto o largo plazo. Vivir atados a una realidad aplastante, no tener derechos, sentir como todo lo que te rodea es una inutilidad consagrada. Caminar, ver las calles en deterioro, ver aquellas escenas que en la vida irreal de la televisión no existe, entender por qué un grupo de personas no puede reunirse a discutir sus asuntos de manera pública. Asistir a una puesta de teatro y ver aquellas pequeñas libertades que no existen en el resto del país, coversar con aquellos robots que aún no están programados para entender la realidad, enfrentarse a su obstinada ilusión del nada pasa.

Caminar en busca de un menú diferente, buscar aquellos ingredientes sagrados que solo aparecen en el mercado negro, sentir la constante vigilancia de la envidia, la incomodidad de vivir sin intimidad, padecer aquellas discusiones familiares tan comunes como esa adicción al alcohol, la via de escape más cercana a la realidad.

La suma de todos los pecados, el no existir otra válvula de escape para encontrar la puerta al futuro que no sea poner tu vida en manos de un destino siniestro: un largo escape a través del mar, una delgada capa de suerte que te llevará a las costas más cercanas. Un suicidio, lento y agónico, una especie de ruleta rusa con muy pocas opciones de triunfos o esa otra vía que está convirtiendo a la Isla en uno de los primeros países con más suicidios percápita.

La OPS (organización Panamericana de la Salud) dió a conocer que Cuba posee la tasa más alta de estecontinente con un 18.1 porciento lo cual lejos de sorprenderme me entristece.