LOS HEREDEROS DEL OLVIDO

Hace unos días le comentaba a un amigo a través del chat mis intensiones de escribir este post y su primera pregunta fue: ¿acaso no existen estas personas en todo el mundo?, mi respuesta fue: por supuesto que existen. Por desgracia en todos los países existen personas de la tercera edad abandonadas a su suerte y lo más terrible es que conseguir un empleo a esa edad, porque salvo honorables empresas que contratan ancianos como parte de sus programas de apoyo a la sociedad, difícilmente se encuentre en el mercado laboral un empleo.

El caso de Cuba no es diferente en cuanto a realidad social me refiero. Lo que convierte este problema en especial y diferente del mundo entero es que los gobernantes de la Isla niegan en todo momento que la sociedad esté abandonada a su suerte y en especial los ancianos y los niños. En el caso de los niños existe y hay que reconocerlo, un buen control para evitar la deserción escolar, pero en el caso de los ancianos, toda la ayuda termina en un miserable retiro y salvo los retirados de las Fuerzas Armadas o el Ministerio del Interior que reciben ayuda en alimentos, medicinas y atención médica especial, el resto de la población tiene que lidiar con la dura realidad de una sociedad en total deterioro.

En este post no estamos exhibiendo la problemática de abandono como caso político, sino que estamos haciendo una denuncia social, porque uno de los “pilares” que sostienen la dictadura es su atención social, ya que gastan millones de dólares en convencer al mundo acerca de lo “humanitario” de un sistema socialista y por supuesto, sus críticas constantes acerca de este problema en el resto del mundo son constantes, pero como bien resume el proverbio: “no se le puede arrojar piedras al tejado del vecino si el suyo propio es de vidrio”

Sirva esta denuncia como testimonio de la doble moral y la mentira que envuelve a la tiranía castrista. Sirva también como prueba de que la dictadura castrista manipula a la sociedad internacional acerca de la realidad en la Isla.

Las fotografías que acompañan este trabajo fueron tomadas por el fotógrafo cubano Orlando Luis Pazo.