sábado

HOMENAJE A HELIO OROVIO

La vida es un saco de caprichos, una jugarreta que se te incrusta muy profundo en el alma. No hay palabras que puedas utilizar para describir el amplio espectro que cubre con su sombra. Hoy en la mañana me encontré la foto de un amigo y sobre el cual pienso dedicar mi próxima meditación y dejé que mi mente volara hasta el Vedado habanero de los años ochenta y comencé a recordar detalles sobre este amigo y me vinieron otros amigos de los cuales ya no sabía de su paradero, amigos que simplemente el exilio me obligo a apartarlos de mi camino. Entre estos amigos de los que recordé estaba Helio Orovio y con mucha alegría comencé a buscarlo por el internet para encontrar algún indicio de su email para escribirle y, sin embargo, la alegría desapareció de mi alma, pues en la primera página de los buscadores me encontré la noticia: Helio Orovio ha muerto.

Mi mente quiere recordar al amigo sincero, al tipo jaranero que jamás tenía miedo de contar o escuchar los últimos chistes de Fidel, sonreía o reía según el ingenio del cuento y continuaba conversando contigo sobre los temas de actualidad.

Recuerdo muchas tertulias en la Casa del Té de G y 23, en el salón de Té que estaba o está en la casona del periodista en 23 e I o en la UNEAC compartiendo toda su sabiduría e humildad con cuanto ser humano se acercara a las mesas.

Recuerdo que fue la primera persona que me llamó maestro y aún hoy me pregunto por qué, también fue la primera persona que conocí que salía del arquetipo del conquistador cubano, ya saben, somos cazadores de buenos y malos gustos, somos especialistas en promesas y goces, pero a Helio Orovio podría llegarle la rubia más despampanante y pedirle una noche romántica y Helio, con todo el gusto del mundo, buscaría a sus fogosas negritas (no hablo en sentido racial, ni despectivo) sus negritas eran su vida.

Helio Orovio tuvo la suerte de ser famoso en Cuba de la noche a la mañana. Quién no recuerda aquel loco programa de 9550 donde un jurado te hacia 10 preguntas en 10 semanas y si lograbas responderlas todas ganabas un viaje a los países socialistas. No era que Helio no fuese conocido, claro que lo era, entre los amigos, en las escuelas de arte, entre los músicos, pero era un total desconocido para toda la Isla.

Yo recuerdo que fue después del segundo o tercer programa que Helio empezó a ganarse el cariño del público, sus respuestas, amplias y contundentes lo fueron acercando hasta ese último donde el jurado no quería reconocer como válida su respuesta y Helio con toda la calma del mundo tomó todas las referencias que siempre llevaba en un desgastado maletín y comenzó a demostrar que su respuesta era correcta.

Al día siguiente cuando todos pensamos que Helio ya no sería el mismo regreso a las tertulias de G y 23 como siempre, con su humor, con sus críticas, con su risa contagiosa.

La fama sobre su conocimiento fue reconocida por un jurado de Nueva York al que fue llamado como testigo en una demanda de un músico contra los Estefan y donde luego de llegar al juicio con 60 o 70 cintas repletas de canciones comenzó a ponerlas y explicar que la frase por la que eran demandados los Estefan era una frase popular, después de la quinta cinta el juez tomo la decisión de que los Stefan tenían la razón.

No recuerdo con exactitud la última vez que vi a Helio, puede haber sido en su querido Santiago de las Vegas o en el Vedado, lo que sí recuerdo es su sonrisa franca y su amistad, su conversación y sus chistes y por sobre todas las cosas del mundo mi eterna gratitud para quien me enseñó a disfrutar y valorar la música Cubana.

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