VAZQUEZ PORTAL. UN EJEMPLO DE LUCHA

BREVES PALABRAS PARA UN AMIGO:
Perdona flaco, por publicar estas cartas, tu diario de prisión y algunos poemas. Bien sabes que no lo hago ni por mal, ni por ganar dinero, sino por regalarte un homenaje, por dedicarte una página especial de mi granito por la lucha de nuestra libertad, porque te lo mereces. Porque con tu ejemplo y tu lucha te has ganado los corazones de mucha gente, que lastima que la mayoría no te conozca, que no haya disfrutado de tu amena conversación, porque si lo harían serias el tipo mas popular, el mas grande.
Desde la soledad de mi exilio, desde mi corazón te regalo un abrazo y este homenaje y espero que muy pronto nos veamos en una cuba libre
gracias por tu amistad.

Nació en Morón, provincia Ciego de Ávila, Cuba, el día 9 de octubre de 1951. Escritor y poeta, es licenciado en Filología. Trabajó en la prensa oficial desde 1974 en Morón y posteriormente en La Habana. Se inició en el periodismo independiente en 1996 en la agencia CubaPress. En 1998 fundó la agencia de prensa Decoro que en 1999 cambio su nombre a Grupo de Trabajo Decoro. Es autor de varios libros: A mano Abierta, poesía; Del pecho como una gota, poesía; Cantos iniciales, poesía; Fábrica de antojos, poemas para niños; Amar a fondo, cuento; Una guerra por los sueños, novela para niños; el más reciente es Celda número cero, poesía.
Está casado con la Sra. Yolanda Huerga Cedeño. Condenado a 18 años, por ejercer su oficio de periodista, cumplió parte de su sentencia en la cárcel de Boniato a 860 kilómetros de La Habana donde residía su familia en el Edificio 979 apto. 14 - Zona 24 Alamar, Habana del Este, fue liberado por enfermedad. En la actualidad se encuentra viviendo lejos de su amada isla, sufriendo las penas del exilio.

CARTAS A SU ESPOSA
Cárcel de Boniato, 21 de abril de 2004
Sra: Yolanda Huerga Cedeño
Puchita:
¿Por qué no puedo yo darle reposo a esta cabeza mía que, mientras más vieja, más indagadora, inconforme y sumida siempre en meditaciones complicadas?
¿Qué fatum terrible me signa y no me permite las banalidades que, tan cómodamente, se apoltronan en la mayoría de las cabezas?
Hoy me gustaría, como el poeta español que tanto significó para la poesía cubana -piensa en el grupo Orígenes-, Juan Ramón Jiménez, exclamar: "Dios mío, dame la mediocridad", aunque Dios se burlara preguntándome: ¿más?
Es que no puedo dejar de pensar. El destino de mi país, de mi pueblo, se me ha convertido en obsesión, en un rittornello abrumador y pertinaz. Fácil -aunque muy doloroso en mis circunstancias presentes- sería imaginar lo que hace nuestro Gabriel en este instante, evocar lo que te apesadumbra o contenta en esta hora, colegir las aspiraciones de Manolito, barruntar los sueños esperanzadores -no conoce todavía la crueldad y vacuidad de cuando la esperanza se convierte en espera- de mi hija Tairelsy para su hijo Samuel; en fin esa cotidianidad que hace feliz a tanto ser común.
Pero yo, no. Alma de carretero atascado que aguijonea a sus bueyes, tengo que pensar -con lo peligroso que se torna pensar- en el destino de una nación que su sátrapa expolia, y niega desvergonzadamente que lo hace, y nos la roba sin dejarnos ninguna alternativa, abusando de una titularidad que hace mucho tiempo el verdadero soberano le retiró, pero que él detenta a pura fuerza castrense. Pienso. No puedo dejar de pensar en el triple peligro -aunque se avizora otro, un cuarto- que se cierne sobre ella: la permanencia en ese estado limbático en que el tiempo parece haberse congelado, la asechanza de que el limbo se rompa y dé paso al infierno de una insurrección interior que sería reprimida con fiereza y recrudecería el estado de plaza sitiada que padece la ciudadanía y por último, el tan anunciado Apocalipsis de una agresión armada por parte del "enemigo histórico", más bien, conseguido por la necesidad que todo principado absolutista requiere para mantener el espíritu de confrontación de que depende su existencia.
Ante esa necia tozudez partisana -no tan necia como impostada- de quien hace de lo confrontacional el único asidero para la supervivencia de su política, convocando sin escrúpulos al holocausto, no resta otra opción que acrecentar la sabia, prudente y paciente civilidad, para no ser cómplice, o marioneta ciega, del crimen que supone un estado de guerra real en las circunstancias actuales. La mayor aspiración de todo psicópata belicoso -recordar a la recomendación (petición) a Nikita Jruschov en l962- es ver al mundo envuelto en pólvora. Hay que evitarlo a toda costa. La pólvora y la guerrilla son, ahora mismo, una metáfora, una reminiscencia del pasado en que se quiere, como fósil viviente, eternizar el magno. Es estúpido olvidar que la modernidad ha dotado al hombre de una tecnología de exterminio que deja muy estrecho margen a las utopías espartanas. No es la arrogante intransigencia caudillista, el espíritu de sacrificio, la heroicidad a ultranza lo que determina el desenlace de las batallas en esta hora, aceptar como inteligente que se puede desafiar con el pecho -ajeno casi siempre de quien lo preconiza- un misil de lanzamiento digital o una aviación pilotada por computadoras remotas. Pero esa postura numantina -que implantada en la conciencia como providencial, nos viene desde que los mambises del siglo XIX incendiaron la ciudad de Bayamo antes que entregarla al enemigo español- no es auténtica ya en la élite que la alimenta con plena conciencia del verso del himno, también bayamés: "al combate, corred" (vosotros, ustedes) y asumen una socarrona actitud de "capitanes arañas". A la hora cero todos huyen bajo el pretexto de continuar la sagrada lucha -fundamentalismo también impostado. Ese imaginario no es más que el discurso enmascarado tras el cual se esconde una selección muy racional -maquiavélica diría yo- del arsenal simbólico de la memoria histórica para redespertar un entusiasmo muerto desde la década de los sesenta, que les permita la perpetuación de una usura, ya traspasada -menos en los niveles más altos de la pirámide- a los herederos ortodoxos y dogmáticos que la usufructúan y aprendieron a defenderla con las mismas trácalas.
Frente a eso, qué cabeza honrada puede darse el lujo de reposar. El cuarto peligro -el más horripilante- sería, a la desaparición de nuestro Pitaco particular, el establecimiento de sus vástagos en esa ortodoxia dogmática que elevaría el nepotismo a alturas insospechables.
No puedo dejar de pensar. No hay espacio en mi cerebro para quejas personales, acoquinamientos ideológicos individuales, ¿seré estúpido o estaré infectado por ese virus providencialista que aqueja a la nación romántica que somos, cuando ya el mundo anda en pos multiculturalidad postmoderna que permita la existencia, reconocida y legitimada, de las pequeñas comunidades que conforman la unidad, en mi caso la familia?
No te caliento más la cabeza. Con la mía que bulla basta. Soy el único culpable de llevarla todavía sobre los hombros, y no hay ninguna deidad aquí, como en Las cabezas trocadas, de Thomas Mann, que me la pueda permutar, aunque sea por un coco seco, pero que me permita una mullida inconciencia para dedicarla únicamente a soñarte.
Te amo,
Yo


IV
Cárcel de Aguadores, 29 de septiembre, 2003
Sra. Yolanda Huerga Cedeño
Puchita querida:
Yo sufro los barrotes de una celda, más bien chiquero de marranos, donde hoy hace seis días falta el agua; Cuba sufre los bostezos de la comedia manida, reiterada hasta el agotamiento de sus charrasquillos, que le impone un histrión demente. ¿Cuál mi culpa, cuál la de Cuba? Yo no he cometido otro delito que el de escribir con honradez sobre lo que otros callan, ya con disimulo, ya con complicidad, ya con desvergonzado desparpajo; Cuba no ha cometido otro crimen que el de la aquiescencia pasiva frente a la estulticia que durante casi medio siglo la ha degenerado.
Quizás ambos merezcamos la condena. La ingenuidad, bajo los efectos enervantes del hechizo de las habilidades del prestidigitador malvado, puede ser una culpa. No fuimos, ni yo ni Cuba, capaces de vislumbrar la catástrofe que se avecinaba. No barruntamos que si alguien se sueña estatua, ése es el tirano. No sabe que al convertirse, en vida, en más mármol que carne humana, sensible y perecedera, el resto de los hombres comienzan por temerle, luego por despreciarle, y más tarde burlarle. Lo que empieza con solemnidad de himno para el héroe -si es un tirano el elegido- termina con fanfarrias de circo para el devenido saltimbanqui, caricatura de lo que fue heroísmo.
La oportunidad de servir a la humanidad -y esto no lo ha entendido nunca ningún tirano- es ya en sí misma la presea. Todo jalón áureo, todo entorchado dorado que se procure luego, no sintetiza el instante supremo en que el destino individual brinda una brizna de gloria. Coincidir, ya por azar, ya por decisión propia, en el segundo exacto en que los demás requieren del acto altruista no significa luego que los beneficiarios nos deban pleitesía eterna.
Fidel Castro, de cuya heroicidad siempre he dudado -cuando los sucesos del Cuartel Moncada su automóvil se extravió, y su piel no estuvo expuesta al silbido feroz de los disparos; cuando el combate de Guisa, mientras Braulio Coroneaux moría junto a la loma del Martillo, él dirigía las acciones amparado por las estalagmitas de la Cueva de Santa Bárbara; cuando en Bahía de Cochinos Efigenio Ameijeiras llevaba los tanques de guerra hasta las arenas de la playa, él dirigía las acciones al resguardo de muchos kilómetros en el Central Australia; cuando Arnaldo Ochoa veía, en Cuito Cuanavale, la noche hendida por cintas de fuego, él quería, desde La Habana, dirigir la batalla- ya arribó a la fase de bufón. Cuba es hoy, bajo su férula, un mundo de brujas desenfrenadas, de mentiras, de trampas, de falsos semblantes, de antifaces macabros y estratagemas, y todos, urticados por la infecta máscara, esperan la hora final del aquelarre para poderse componer el rostro verdadero.
El grupo de adelantados que se arrancó con energía y virilidad la máscara de la diabólica comparsa, padece en su mayoría los rigores de la prisión, pero pueden mostrar la faz sin pústulas repulsivas que los señalen como conjurados de Belcebú. Ojalá -y ruego aquí fervientemente a Dios- no haya entre nosotros otro que se sueñe mármol, obelisco. Ojalá el futuro no tenga que enfrentarlo, porque te juro que, aún en la ancianidad, volveré a la carga. Estos sufrimientos tuyos de hoy no los repetirá otro tirano sin que encuentra otra vez adarga al brazo… ¡Qué bonita me quedó esa referencia al Quijote! ¿No seré yo en realidad algo quijotesco, no habré confundido el Almendares con el Toboso? Si es así, que tengan cuidado los futuros molinos con ínfulas de sátrapas inconmovibles.
Estos meses de cárcel han sido un gran sacudimiento en el ámbito sideral de nuestra oposición. Novas, supernovas, negras, aerolitos han estado en el vórtice de las explosiones. Unas se han convertido en huecos negros, otras en puro polvo astral, otros han decidido apagarse y, sobre todo, un grupo de satélites se ha reorientado en su órbita real. ¡Bienvenido al bang! El cielo ha quedado más limpio para que yo escoja una estrella y le ponga tu nombre, y pueda orientarme en la noche más negra.
Tuyo,
Yo
V
Cárcel de Aguadores, 28 de septiembre de 2003
Sra Yolanda Huerga Cedeño
Pucha:
La prisión no me doblega, me reafirma. Cuando los gobiernos encarcelan por razones políticas no hacen más que mostrar su impotencia, su miedo ante la desobediencia civil, su terror al ejemplo viril. Al encarcelarme no han conseguido más que elevar mi amor por ti, por mis hijos, por Cuba, a blasón, himno y bandera. Hoy soy más tuyo, mejor padre y más cubano. ¿No fue más amado Cristo después de crucificado? Los malos gobiernos siguen cometiendo el mismo error. Cuando no pueden con el ejemplo de un hombre noble, digno, pretenden envilecerlo, humillarlo, destruirlo, y es cuando el ejemplo crece, si es verdaderamente auténtico y representativo de los anhelos públicos.
Ya el pueblo cubano sabía, y ahora lo ha corroborado, que hay algo de impasible, de obstinado, de maléfico en la testarudez castrista de creer que la independencia, la soberanía de Cuba se sustenta en su permanencia al frente de un gobierno que ha traído más penurias que ventajas gratificantes para la sociedad cubana. ¡Cuánto de megalomanía hay en esa actitud! ¡Cuánto de desprecio por los demás cubanos! ¿Qué delirio es ese de paradigma insustituible, estadista imparangonable, deidad casi? ¡Qué demencia egocéntrica!
Desde que en 1959 (nacías tú ese año para salvar la fecha), y por medio de la violencia, -violencia que intentó luego transplantar, infructuosamente, en América por medio de la exportación de guerrillas y la subvención soviética-, arribara al poder, el país ha vivido como sumido en un delirio de zafarranchos. El trauma bélico que padece, desde que en la pandilla de Emilio Tro se formara como un "gatillo alegre", ha marcado la vida cubana. ¿Es ésa la estabilidad civil a que aspira?
Después que en 1959, trúcala tras trúcala, conspiración tras conspiración, y ya con anhelos totalitaristas, descabezara, inhabilitara, desarticulara todas las organizaciones revolucionarias que habían hecho posible el derrocamiento del régimen militar encabezado por Fulgencio Batista, lograra, con maniobras turbias, y aprovechando el entusiasmo popular por un líder fabricado por medio de leyendas, y tras una falsa renuncia a su cargo de primer ministro, deponer a Urrutia Lleó, supuesto primer presidente después de reconquistada la democracia violada tras el golpe militar del 10 de marzo de 1952 (nacía mi hermano Arturito entonces para salvar también la efemérides, me refiero al año, no al día), emprendió una alocada carrera hacia el absolutismo, ya con el respaldo de una Unión Soviética sedienta de ampliar su influencia política en Occidente. Es el momento en que una revolución que aspiraba sólo al restablecimiento de la democracia se vio convertida en epígono comunista, y trajo para el país toda la herencia putrefacta de las satrapías rojas euro-orientales: Los planes fantasmales, a largo plazo, de desarrollo económico, los racionamientos, las precariedades, el desabastecimiento, junto a la intransigencia política, los ataques a la moral religiosa, la implantación de un árido ateísmo estatal, la intolerancia frente a minorías intelectuales, artísticas, educacionales, filosóficas, sexuales, el incontenible éxodo de una población que vislumbraba ya el desastre económico, la destrucción de una infraestructura económica que, si bien tenía perfiles estrechos ya que partía de escasos rubros: industria agroazucarera, tabacalera, ganadera, etc, servía de garantía financiera para la nación, la demolición de una red de pequeñas industrias manufactureras y pequeños productores, que para el mercado interno y el consumo nacional, así como la satisfacción de servicios a la población, eran de innegable eficiencia, hasta desembarcar en un verdadero estado de emergencia económica debido a la dependencia del eje socialista europeo, cuando éste, corroído por su propia ineficiencia se viene abajo.
¿Es ésa la prosperidad a que aspira con su eternización en el poder? ¿Es ése el amor que proclama por Cuba y por los cubanos? No digo más, si continuara no podría evitar los insultos; y los insultos, él mismo se ha encargado de probarlo, no son un modo decente de polemizar, de convencer, de hacer política. Se apela al insulto, en su caso es proverbial la tendencia, cuando faltan razones.
Amor, la presión arterial sigue con su afán de cumbres, no logro hacerla descender, pero yo me siento cual si nada. No creo que en este instante, cuando se acercan grandes definiciones en el país, el corazón me traicione. Mi corazón tú lo llenas demasiado para que venga a caber otra cosa en él.
Tuyo,
Yo
VI
Cárcel de Aguadores, 14 de septiembre, 2003
Sra. Yolanda Huerga Cedeño
Amor:
¡Y qué tarea ciclópea se le avecina al pueblo cubano! Salvarse de la ruina heredada y salvarse de las apetencias mezquinas, de las rapacidades espurias, del filibusterismo interno. Es la hora grande de la nación. Nos veremos crecer. El magma está a punto. La erupción es inminente. No creas que cuando así pienso, y te lo participo, me creo el demiurgo elegido, dueño de la piedra filosofal, con un programa infalible. Sólo soy un hombre honrado que desde la soledad de mi celda otea el horizonte y atreve una premonición, a lo mejor sin sentido.
Cuando se llega al límite no quiere decir que se ha arribado, sino que se tiende a… y creo ver la hora límite. Lo inusitado puede ser la incógnita revelada en toda ecuación política -por ende coyuntural. El resultado puede ser sorprendente. Estamos -recordemos a Hegel- en un momento trascendente. No se le puede dar pábulo a la demencia, a la turbamulta desenfrenada, así como tampoco a los apetitos bárbaros, a las debilidades creadas por la precariedad, a las concesiones pusilánimes; sólo la serenidad y la inteligencia serán el manto protector. Dios pone ante el pie del hombre los caminos, y ante sus ojos el pino y la vivencia para escoger el apropiado.
Todos los procesos históricos, aunque ejecutados por los hombres, están previstos y organizados por Dios. Si acaso, somos sus instrumentos. Creo que ha llegado la hora en que Dios desea salvar a nuestra Jerusalén, y contra eso son inútiles las fuerzas humanas. Se equivoca quien pretenda impedir los designios de Dios. Si acaso estoy en el vórtice de la sacudida, ten por seguro que nuestra dignidad será salvada, y para ello, ante todo, respetaré, seré fiel, leal hasta la muerte, de las leyes, las enseñanzas del único verdaderamente todopoderoso.
Cesó el tiempo de adoración de los falsos ídolos, de los trenos alelantes, de los aforismos embaucadores, de las frasecitas altisonantes y falaces. El cubano merece ya un podo de piedad y transparencia. Ha sido largo, rudo su gólgota. Creo percibir la clemencia divina. Soy ahora, más que nunca, todo fe. Si no fuera que lo creo blasfemo te diría que me siento ungido. Hay que evitar por todos los medios el derramamiento de sangre, ya Cristo derramó la suya por todos, no hace falta más. A menos que Dios mismo lo desee, y si El lo quiere, yo seré el primero en ofrecer la mía. La vida no vale nada si no se sabe morir apegado a la grandeza divina, y ganarse la vida verdadera, sin más gloria que glorificar a Dios.
Amor, Pucha mía, cualquier estólido podría pensar que ésta no es una carta de amor a la esposa amantísima. Pues sepa el tonto que no se puede amar a nadie si no se ama a la humanidad, del mismo modo que no se puede amar a la humanidad si no se ama a cada individuo en particular. te amo porque me amo, y amo a la humanidad porque tú eres parte mía y los dos somos parte de la humanidad. Dios nos creó como un todo, ¿quién soy yo para segregación tan imprudente? Yo te amo, Dios nos ama más, porque nos ha unido para que no nos atrevamos nunca a dejarlo de amar. Más no puedo amarte, porque todo mi amor es tuyo,
Yo
VII
Cárcel de Aguadores, 26 de septiembre de 2003.
Sra Yolanda Huerga Cedeño.
Pucha adorable:
Postrado ante tu lealtad me siento más humano, me ahombro por tu amor. Si me faltaran fuerzas, las hallaría en tu honradez, dignidad y altivez. Es orgullo lo que me asiste de tenerte. Por eso no te hablo en estas cartas, me hablo a mí mismo desde tu corazón. No son palabras lo que trazo, son latidos de tu sangre navegando la mía. Eres la compañera que siempre deseé para este empeño que me completa como cubano.
¡Tonto aquél que piense que el futuro será armónico como una sonata, necio quien crea que será plácido como una puesta de sol, vista desde la mullida poltrona en la terraza umbría! Muchos son los peligros que correrá la Patria, después de arrojada la piedra de Sísifo que nos lacera el hombro. Mucha ha de ser la cautela y grande la alerta para que no se corrompa nuevamente el alma de la nación. Con seres humanos ha de erigirse el templo de la patria, y resabida es la imperfección de los seres humanos, pero, precisamente en esa ringlera de imperfecciones radica su grandeza. El delirio de un hombre nuevo, superior, inmaculado, impecable es un desafío a las leyes divinas y naturales que rigen la existencia humana. ¡Cuántas calamidades ha acarreado a la humanidad el afán de preponderancia de una raza o de una doctrina política!/
Pero la comprensión de nuestras imperfecciones no será fertilizante para que crezcan las vilezas en la nación nueva. El poder legislativo, sin subordinación alguna que lo lastre, será el máximo rector de la moral ciudadana, sin que nadie, absolutamente nadie, ya por su poder político, ya por su encumbramiento financiero, ya por sus méritos en el servicio a la patria, se crea, o resulte verdadera y vergonzosamente, impune. Leyes nuevas ha de parir la nación nueva, para que impidan con su eficacia la proliferación de depredaciones sociales que pudran los pilares de una convivencia segura de la sociedad. Un Estado de derecho, sin atribuciones factuales para ningún representante administrativo, ha de primar en el ejercicio del poder. La aparición de la pluralidad política, y la necesaria competitividad que de ella dimana, será piedra de apoyo para la consecución de tal empeño de justicia.
La pluralidad no debe suponer, bajo ningún concepto, anarquía, segregación, pérdida de la unidad nacional. Toda la bancada estatal ha de defender con denuedo, en primer lugar, los intereses generales de la nación que sobrepujen en importancia los intereses de partidos particulares integrantes de la totalidad gubernamental. La nación por sobre todos los partidos, y cada partido, en el poder o en la oposición, en función de la nación, o la nación perecerá de nuevo entre manos adictas al poder dictatorial y permanente.
Mucho celo y mesura requerirá el reajuste de unas fuerzas armadas hipertrofiadas innecesariamente; evitar el caudillismo militar o la aparición de "mafias" surgidas de aparatos castrenses habituados a medrar, amparados por su fuerza, profesionalidad y destreza, será tarea primordial de los oficiales pundonorosos que sean designados para defender la integridad de la nación y la vida pública, en un ambiente de civilidad y democracia.
Pero no será fácil. Habituar a una sociedad sin tradición democrática a las ventajas y exigencias de la democracia, será faena de grandes enamorados de la libertad. No percatarse de las deformaciones que han minado los países recientemente liberados del totalitarismo, y cometer los mismos errores, sería imperdonable; hay que estar preparados para los desenfrenos, la proclividad a la corrupción, las voracidades y apetencias mezquinas, para frenarse a tiempo. Los vicios del totalitarismo no pueden ser sustituidos por nuevos vicios. La investigación minuciosa de los factores que han propiciado en los países con más tradición democrática el desarrollo económico, político y social, ha de prevalecer, no para implantarlos miméticamente y sin una adecuación acertada a nuestra realidad, con el fin de acelerar nuestro propio desarrollo, sin cometer el desatino, diríase endémico en las naciones del trópico y del sur, de la desafortunada improvisación caprichosa. Arduo será el trabajo en el futuro.
Y éstos son sólo apuntes del tropel de ideas que se me agolpan pensando en el porvenir de Cuba. Habrá que convocar a las mentes más lúcidas, a los patriotas más fieles y altruistas, a los tecnócratas más capaces, a los economistas más agudos, a los financistas más audaces y a la vez sensatos. Habrá que darle participación a los grandes capitales amasados en el exilio y a los pequeños productores que requieran de créditos estatales o privados para la fundación de nuevos capitales. Será como fundar un país nuevo teniendo en cuenta todas las potencialidades de cada ciudadano; será, al fin, como le apuntara José Martí en carta al Generalísimo Máximo Gómez, fundar un país lejos de las bandas militares con que se manda un cuartel. La patria no es una trinchera, es el seno de la madre común que nos arrebuja y arrulla para que seamos felices a su amparo. Y para ese empeño sólo pido tu compañía y comprensión, probada ya en estos días turbulentos y difíciles que hemos elegido.
Tuyo,
Yo
P.D: Tu mirada, agua sutil
que me baña tibiamente.
Luz como de sol naciente
que me ilumina el perfil.
Soy a tus ojos servil,
a tus labios soy esclavo.
Si no me miras me acabo,
si no me besas me hundo;
cuando a tu cuerpo me fundo,
tu luz en mi pecho grabo.
Tuyo otra vez,
Yo
VIII
Cárcel de Aguadores, 24 de septiembre, 2003
Sra. Yolanda Huerga Cedeño
Puchita:
Parece ser que la única descompensación notable, y advertida hasta ahora, que me dejó como corolario la huelga de hambre fue cierto desequilibrio en la presión arterial. Se mantiene entre 110 con 170 y 100 con 160. Pero también es posible que no sea resultado del ayuno sino del apetito, diríase voraz, que se me ha despertado. Estoy comiendo como una nutria. Otro factor de incidencia puede ser la cafeína, bebo mucho café. No sé, puede ser cualquiera de estas cosas. En todo caso no le ha dado importancia porque no me siento mal por ello, no te preocupes tú.
La huelga no hizo más que verificarme mi capacidad de resistencia y mi salud a prueba de castroenteritis y otras plagas. Cuando la detuve todavía tenía fuerzas para otros diez días, sin que se produjeran daños notables en mi organismo. Parece ser que el Espíritu Santo me alimentaba. Fueron días difíciles. Cuando renuncié a la alimentación, me privaron también de todas mis pertenencias -incluyendo toalla, jabón, cepillo y pasta dentífrica-, dormí todos esos días en el piso de una celda sucísima -solamente en calzoncillos- atacado por los insectos y rodeado de un brote enorme de conjuntivitis que asolaba el penal completo. Hubo días en que los infectados sobrepasaban los 150. Dios quiso que saliera ileso.
Me mantengo sobre los 54 kilogramos de peso. Me siento ágil y fuerte. La hora que me otorgan de patio la uso en la ejercitación: corro, hago gimnasia y otros ejercicios de construcción y fuerza, los más jóvenes se asombran de mi elasticidad y resistencia. Estoy hecho todo un gallito de pelea. Lástima que aquí no tienen equipamiento deportivo. Toda la ejercitación tienes que improvisarla a partir de imaginación: el enrejado de cabilla del patio lo convierto en "Hércules" de calidad incuestionable, lo demás, ejercicios de manos libres: abdominales, cuclillas, rotaciones de miembros, plancha; eso basta para estar en forma; si siento algún "cancaneo" -extrañísimo que ocurra- ha de deberse al medio siglo de uso de esta carrocería maltratada por 44 de soyalismo.
No sé si Gabriel haya recibido la carta que le envié hace unos días. Le eché un buen raspapolvos, creo que eso será suficiente. Él y yo nos comprendemos bien. Pero me cuesta mucho ser severo con él, me reconozco -ah, infancia perdida- en sus gestos, sus desplantes, su audacia, su temeridad, su fortaleza de carácter, su carencia de temores, su lengua restallante. Cuando lo amonesto siento nacer al niño reprobado por los adultos sin comprensión del universo infantil; y veo nacer esa rebeldía que también descubro en él. Difícil tarea la de educar a un "rebencú". Ahora comprendo mejor a la vieja Eva y al viejo Manolo, sólo que ellos no se andaban con tantos escrúpulos ni psicologías, una buena correa era su mejor instrumento pedagógico. En el Eclesiastés también se habla de la correa como medio educativo, pero no sé, no lo creo eficiente, ni digno, ni moral. Si los niños pudieran enfrentar a sus padres abusadores con igual fuerza, destreza y rabia cuando son agredidos por ellos, creo que los padres lo pensarían dos veces, pero resulta más fácil reprimir con fuerza bruta que persuadir con inteligencia y amor. Yo quiero ser amigo de mi hijo, y toda agresión física o moral invalida la amistad. Un hijo es, al menos para mí, algo así como un regalo muy preciado que nos otorga Dios para que nuestra estirpe permanezca. Me parece, además de inmoral, sacrílego, maltratar a un niño, forzarlo a trabajos a destiempo o involucrarlo en política. La familia, la sociedad entera ha de entender que los niños son el tesoro más valioso y a la vez frágil que poseemos. Nadie mejor que tú para entenderme porque sé cuánto amas a Gabriel.
Estoy confrontando problemas con el uso del teléfono. Parece que los señores de la "Seguridad del Estado" no dejaron las orientaciones precisas a la dirección del penal, y éstos, aterrados, no se atreven a autorizarme las llamadas. Ni que fuera yo el encargado de dar la orden de ataque nuclear. Percibo mucho miedo por parte de las autoridades en relación con nosotros, parece que no somos tan insignificantes como quieren hacerle creer al pueblo. Por otra parte, veo crecer las simpatías de los reclusos y de muchos guardias -estos últimos a sotto voce- por nosotros. El liderazgo de los 75 en las prisiones es impresionante. Al menos en mi experiencia personal, tanto en Boniato como ahora en Aguadores. Creo que hemos pasado de pretendidos "mercenarios" a auténticos adalides. El pueblo esperaba este momento, ya tiene una guía, intuyo que ya nadie podrá detenerlo. Es la hora grande de Cuba, nos amaremos al fin, sin tiranía.
Tuyo
Yo
IX
Cárcel de Aguadores, 25 de septiembre, 2003
Sra. Yolanda Huerga Cedeño.
Puchita mía:
Hoy es jueves, como ese jueves en que el poeta peruano César Vallejo se pusiera los húmeros a la mala y prosara unos versos en los que aseguraba que moriría en París con aguacero; dicen que consiguió morir bajo una fina llovizna parisina. Es jueves y te añoro, gasto la foto donde tanto eres tú que sólo le falta el pálpito; te evoco y logro tu figura viva de gacelilla frágil, y consigo tu alma fuerte y volcánica. ¿Cómo cabe tanto tesón, tanta bravura en tan pequeño cuerpo? ¿Qué he hecho yo, Dios mío, para merecerte?
Pienso en la vida, no en la muerte como César Vallejo, y aunque estas celdas de la cárcel de Aguadores sean un muestrario de agonías, donde cadáveres vivientes, con voz y sombra, mueren cada día de olvido y tedio y mala nutrición, pienso en la vida. ¿Por qué tantas cárceles en Cuba? ¿Por qué tantas personas encarceladas? ¿No es la educación el antídoto idóneo contra el delito, no se vanagloria el gobierno cubano de su sistema educacional, por qué tantas cárceles entonces, por qué, según mis cálculos -conservadores- frisa el medio millón de reos la población penal de Cuba? ¿Qué no constituye aquí una figura delictiva? ¿Qué ocurre con el código penal cubano? ¿Qué papel juegan los abogados de la defensa en casos que ya vienen cerrados desde que las autoridades policiales los han abierto? ¿Cuántas modificaciones habrá que hacerle al sistema judicial cubano para que la jurisprudencia recobre su dignidad y eficacia?
Pienso en la vida. No puedo, no quiero pensar en la muerte, que me sorprenda soñando una Cuba nueva. Necesito mucha vida para colaborar con la magna tarea de edificar una Cuba habitable, disfrutable, amable para los días por venir.
No sé por qué hoy, precisamente hoy, cuando ya llevo 6 meses y 6 días enclaustrado en celdas de aislamiento, recuerdo aquellos primeros días de encierro en Villa Marista. La decisión del gobierno se me presentaba entonces como demencial. No creía posible que cometieran la torpeza, en situación tan precaria para sus relaciones exteriores, de encarcelar tan elevado número de opositores y periodistas. Pero se hizo realidad, y con una celeridad asombrosa -juicios sumarísimos, nada menos-, atónitos deben de haber quedado los juristas del mundo, por muy acostumbrados que estén a las decisiones del Máximo; más que incoherentes resultan estrafalarias. Fue una locura, y a mí me parece, lo sigue siendo.
Quien atraviese -y conserve la cordura- esta ordalía que es la realidad política, económica y social cubana actual, tendrá razones sobradas para que hachas, cuchillas, porras, péndulos con punzones, mandobles, lanzas, fosas enmascaradas con la hojarasca de discursos falaces, no vuelvan a instalarse en la nación, harta de acosos, defenestraciones, expatriaciones obligatorias y exilios interiores bajo presión policial.
Cuando observo el pavor que se nota en el rostro de artistas e intelectuales que sobreviven bajo la solapa de la doblez y la moral emponzoñada, cuando descubro la ansiedad de profesionales capaces y talentosos porque suceda algo que los salve del malsano igualitarismo que los sume en eterna pobreza, cuando percibo la proclividad de los jóvenes hacia una evasión física y espiritual de la realidad que los comprime, cuando palpo la angustia de mujeres -cansadas de privaciones- deseosas de que ocurra algo que las libere de la doble esclavitud, laboral y hogareña en que, como rueca indetenible, se ha tornado su existencia, no puedo pensar en la muerte. Me siento en deuda con la vida. Imagino que soy, que somos, aquéllos que hemos tenido el decoro de elevar la voz, el ariete que derribará tantos muros donde el cubano lleva una vida vegetativa y negligente que los apoca y acorrala.
Como Martí, repetiría ahora: "Para Cuba que sufre, la primera palabra". No tengo derecho de quejarme por mis penurias. Si sufro la ausencia de tu abrazo, si padezco la carencia de las carantoñas de Gabriel, si echo de menos el plato de la tarde, preparado por tus manos hacendosas, mágicas y acariciadoras; si me atribula el breve espacio en que me han arrojado mis verdugos, si enflaquezco de cuerpo, no puedo darme el lujo de enflaquecer de alma; lo que pierdo de liberad de movimiento lo gano en libertad de pensamiento. El cuerpo de un rebelde puede encarcelarse, pero el pensamiento de un soñador que aspira, que sueña la libertad de todos, no cabe en jaula alguna.
Mis sueños serán realidad palpable, veremos desde los sillones de abuelos venerables, en las tardes apacibles que vendrán, los rostros satisfechos de nuestros muchachos creciendo en un país con abundante gracia y pan. Las tormentas de hoy serán la dicha de mañana. Pero, ¿para qué esperar a la dicha venidera, si tengo la dicha de tenerte hoy?
Tuyo
Yo
X
Cárcel de Aguadores, 24 de Septiembre de 2003
Señora Yolanda Hurerga Cedeño.
Pucha Querida:
Pensar, como bien sabes, siempre ha sido riesgoso; pero, como también conoces, porque lo sufrimos, en Cuba pensar ha devenido tabú, y expresar el pensamiento un crimen. Yo soy la prueba fehaciente, tangible. Si sufro las penurias de la cárcel se debe a esa legislación macabra, diabólica, que impone el totalitarismo, donde la única defensa es sumarse, con mansedumbre de cordero, o arrepentirse -si públicamente mejor, con toda la carga de humillante denigración que supone el acto- de lo que se piensa y se ha expresado.
¿Qué tipo de libertad es ésa que propagan los medios oficiales y que no nos permite siquiera la posibilidad de ser nosotros mismos? ¿A dónde va un país que mata en sus ciudadanos la capacidad que hace del hombre un ser superior frente a los demás animales?
¿Acaso aspira el gobierno cubano a que la nación se vea poblada de borricos dóciles que trasladen la carga sin más conciencia que la de aceptar la irremediabilidad de su condición de bestias subordinadas al imperio de quien, como a una recua, los conduce hacia el despeñadero? Triste, dolorosa es la imagen que brinda nuestro país. Como piedra de Sísifo lleva Cuba su presente: Los pies rencos, el hombro desollado. Es mucho el peso, la carga le dobla el espinazo, las fuerzas que le restan sólo debe usarlas para arrojar el terco basalto lejos de su cuerpo molido. Es la hora -aunque parezca maniqueo- de las únicas dos opciones prudentes: se despoja de la carga con valentía o la arrastra con resignación de manso asno. No hay más, la testarudez de quien nos arría con látigo de retórica falaz y violentos trallazos de odio, no admite matices.
Y estoy seguro de que la altivez, la honra del pueblo cubano se impondrá al servilismo y la mansedumbre. Cierto es que Cuba es tardía para las decisiones de independencia; basta recordar- lejos de toda matización académica- que fue la última colonia española en rebelarse contra la corona, y que ha sido- aun sigue siendo- el último de los epígonos de un totalitarismo retardatario y sombrío que lastra la conciencia e impide el desarrollo; pero llegado el instante supremo no duda en dar la batalla. Sólo ruego a Dios que no sea sangrienta, aún contra la voluntad guerrerista del imperatorcillo con ínfulas de César. (Un paréntesis: Ayer -qué ignorancia la mía- descubrí que César, en lengua púnica viene significando elefante… Dios mío, con lo longevo que son los elefantes).
La sociedad cubana está harta, hastiada de muertes innecesaria e inútiles. ¿Cuántos cubanos murieron en el Congo, en Bolivia, en Angola, en Etiopía, en Argelia, en Somalia, en Nicaragua, para qué sirvieron sus muertes? ¿Cuál ha sido el resultado de tanta exportación de guerrillas? Ojalá este siglo nos permita una vida sosegada, nos premie con una transición pacífica que traiga, sin cobrar vida de cubano noble, alegre, laborioso, la estabilidad, la prosperidad y los derechos que ansiamos.
Puchita, en las noches, cuando ya el desquiciante barullo de presos famélicos y esquizoides cesa, sueño despierto. Sumergido en las tinieblas apacibles de mi celda -para qué describirte su inmundez- y acompañado de alimañas que buscan su alimento en la penumbra e insectos que me escuecen la piel, imagino el futuro de Cuba. Proyecto, desde mi condición de ignaro jurista, una constitución donde la proscripción primera sea la de la tiranía con pilares legales de irrevocabilidad; donde la ley primera sea la conjugación armónica de los intereses generales de la nación con los intereses individuales de cada ciudadano; donde la libertad de expresión, de culto, de movimiento, de afiliación política, de empleo, de doctrina, de educación, sea, si cabe el termino, sagrada. Compongo una economía donde el primer beneficiario sea el ciudadano emprendedor que, con sus talentos, su tesón, su honradez, su sentido práctico, su capacidad de inversión, su prudencia administrativa, su visión empresarial, sea capaz de producir bienes y servicios que redunden en la satisfacción de sus aspiraciones personales y aporten, por medio de un aparato fiscal eficiente e inmunizado contra la corrupción que por siglos ha minado las naciones, dividendos abundantes a la economía general con que se establezcan presupuestos que garanticen el bienestar del sector menos próspero de la sociedad. Barrunto una política interior en la cual cada ciudadano participe desprejuiciadamente, sin mordazas ni presiones externas que lo conviertan en marioneta, en la composición de un gobierno que lo represente realmente, sin que ningún sector de la ciudadanía- ya minoritario o mayoritario- quede excluido, una política exterior sintonizada con la tendencia mundial de paz, desarrollo sostenible, celo por el medio ambiente, respeto por la soberanía nacional, la autodeterminación y disfrute de las culturas locales y universal, una política exterior que nos empariente con el resto del mundo, en condiciones de igualdad e intercambios favorables para ambas partes, sin que por ello se vea a la nación subordinada a intereses espurios, y marche, con todos los hombres y todas las naciones, hacia un futuro de paz y plenitud. Un futuro en el que el planeta todo sea la patria de la humanidad toda, y la especie humana logre por fin el derrumbe de todas las aprisionantes geográficas e ideológicas, que mantienen al hombre actual en estrecho, convulso y frágil redil, por cuanta rapiña voraz y egoísta nace del miserable afán de preponderancia, ya personal, étnico o nacional, que se imagine elegido para regir el destino de todos.
¿Quién puede asegurar, con seguridad apostólica, que el paraíso prometido por Dios es un mínimo jardín ubicado en una longitud determinada de la tierra, no será todo el planeta el Edén prometido? ¿Por qué creer que el templo sagrado debe ser erigido en un sitio limitado, no será Jerusalén uno de los tantos símbolos de la parábola divina, y el Jerusalén verdadero sea el planeta todo, desde el cual debemos a prestarnos a glorificar a Dios? ¿Y cuál es la mejor manera de glorificar a Dios sino cuidando de sus criaturas preferidas: los hombres?
Como ves, Puchita mía, mi celda no es una madriguera turbia de rencores y propósitos de venganza, no es el emporio donde se encuban resquemores, lamentos, pretensiones banales, ajustes de cuenta sanguinarios, no es el cubil donde germinan crueldades, egoísmos, represiones; es la sementera donde nacen -me nacen- cada día más ansias de libertad y justicia, más afanes de -en mi modesta capacidad- contribuir a la plenitud del hombre -todos los hombres- y salvaguardar ese jardín que Dios nos regalara para que, leales a sus mandato, podamos ser merecedores del vergel eterno. Allí nos encontraremos para seguirnos amando. No tenemos otro sendero.
Tuyo,
Yo
XI
Cárcel de Aguadores, 22 de septiembre 2003
Señora. Yolanda Huerga Cedeño.
Pucha:
Hoy Tairelsita cumple 26 años. ¡Cuánta juventud! ¡Cuánto entusiasmo ha de asistirla! ¡Cuántos anhelos de ver a su hijo -mi nieto- hecho un mocetón virtuoso y fuerte!
¿Les dejaré de herencia una patria envilecida, pobrísima, estancada? ¿Será posible que Samuel también tenga que padecer las ataduras físicas y morales del totalitarismo? ¿Será baldía esta cárcel que sufro? No dudo al afirmarte que así no será.
Cuba se ha desperezado. Quien no quiere admitirlo es aquél que la cree dormida aún. Mi nieto Samuel disfrutará de la Cuba que soñamos, tendrá el privilegio de verla crecer junto a él como a la niña hermosa, alegre, mimada por todos, que será la patria nueva. ¡Ah, patria nueva, sin costas enrejadas, sin bocas temerosas, sin vidas constreñidas! ¿Qué es la patria sino la tierra que nos da pie para andar todas las patrias, geográficas y espirituales, añorarla y regresar cuando nos plazca, para reencontrarnos, reafirmarnos en ella.
La patria no es pedestal para asentar en él una doctrina inflexible, intolerante, tiránica, es el cantero donde deben germinar todos los jugos seminales de la espiritualidad humana, y nadie, absolutamente nadie, puede arrogarse el derecho de desarraigar, escardar, podar ningún brote, ya aromático o espinoso, que nazca. De todas las plantas debe componerse el bosque de la patria; el árbol bueno dará frutos, el árbol roñoso calor en los hogares de las casas de los hombres. ¿Cómo conocer el árbol benigno o maligno si lo arrancamos en su edad temprana y no lo dejamos crecer para compararlo, para valorarlo, para elegirlo?
En el nuevo siglo la patria amplía sus fronteras, se dilata, alcanza toda la tierra, el planeta entero como patria de una civilización, la especie humana. No es esta era la de estrecho chauvinismo, ni ridículo nacionalismo. La nación del hombre es el orbe entero. ¿Qué diferencia esencial, como persona, existe entre un francés y un chino, entre un dominicano y un ruso? ¿El idioma, las tradiciones locales, el color de la piel? ¿Es eso esencial?
Aunque las danzas, en su forma, su ritmo, sean diferentes en distintos sitios de la tierra, lo esencial es la necesidad humana de danzar. Aunque Dios tenga nombres y cultos diferentes en distintas latitudes, lo esencial es la necesidad humana de un Dios a quien temer y adorar. Aunque el misterio del alma se conciba de disímiles maneras en lugares distintos del planeta, lo esencial es la necesidad del hombre de indagar sobre el origen del alma.
El hombre, independientemente de lenguas, tradiciones, religiones, rasgos físicos, es, en todas partes, el mismo. En él se amalgama ese cúmulo de virtudes y miserias, de anhelos y negligencias, de santidades y malignidades, de heroicidades y cobardías, de cordura y delirio, de fidelidades y traiciones que lo identifica como humano. ¿Qué es, entonces, la españolidad, la haitianidad, el espíritu ruso, la britanidad, lo cubano? ¿No se ha misturizado ya demasiado el mundo como para andar con melindres localistas, tribales? ¿No ha padecido ya demasiado la humanidad por hacer prevalecer esas singularidades estrechas? ¿No es hora ya de entender la multiplicidad como rasgo esencial de la unicidad?
El hombre es único dentro de su pluralidad, y eso es lo que hay que salvar. Seamos, al fin, terrícolas, y unámonos en el afán de salvar la tierra y sus habitantes. Es la hora de que Cuba se incorpore a esa tarea grande, gloriosa, necesaria, y no es su sistema fracasado y obsoleto el llamado para regir ese destino. El totalitarismo fracasó en su cuna y fracasó en sus epígonos. Afincarse hoy en él es una aptitud retrograda, reaccionaria, criminal, nada hay de salvable en él, salvemos al hombre y démosle una patria planetaria. Que sea dueño de todas las lenguas y todas las culturas, de todas las tradiciones y todas las religiones, para que elija aquélla que más se avenga con él, y sea dichoso.
El adelantado que fue José Martí no pudo expresarlo más claro, sintéticamente: "Patria es Humanidad". Ha llegado la hora de que la humanidad entera tenga por patria al mundo entero. Atrincherarse hoy en la endeble barricada de una nacionalidad bastante dudosa es cerrarle el paso al desarrollo humano. ¿Queremos acaso una sociedad que, en medio del desarrollo actual, se estudie como la pirámide de Keops, sólo para que permanezca en su trono el faraón? No. El régimen cubano pertenece ya al pasado, y como pasado hay que aceptarlo y darle paso a una nueva formulación política que permita legítimas, beneficiosas, perdurables y respetuosas asociaciones con el resto del mundo. Si Cuba se halla hoy aislada no se debe a ninguna tendencia hegemonista foránea, sino a la intransigencia testaruda de quien dice representarnos cuando, en realidad, sólo representa su afán desmedido de perpetuidad en el poder. No es Cuba quien no desea ajustarse a las nuevas exigencias de un orden social mundial nuevo, es su gobierno. Y nunca ha de confundirse el gobierno con la nación, con la identidad, con la nacionalidad, con la Patria. Ningún caudillo es síntesis de esas categorías.
Cuba está ansiosa de incorporarse al mundo, de participar del desarrollo, sólo que el gobierno encabezado por Fidel Castro se empeña en que con su desaparición personal y del aparato que él representa, se perderá la patria, la independencia, la soberanía. ¿Qué concepto de soberanía tiene este señor, estos señores? ¿Acaso el criterio medieval del soberano rigiendo el destino de todos sus súbditos y siervos? ¿Nuestra soberanía depende de que él siga fungiendo como soberano absoluto? ¿Es que acaso no hay otros cubanos dignos, y quizás más aptos, para representar nuestro interés de nación independiente? El poder, ejercido de manera totalitaria, lo ha enceguecido. Si Cuba corre hoy el riesgo de una confrontación sangrienta se debe únicamente al frenético, demencial, vanidoso, egoísta empeño del gobierno actual de perpetuarse en el poder, y a la negligencia política del pueblo cubano que, apocado y sumiso, ha dejado que tal empeño se enraíce. Es la hora de extirpar esas raíces que pueden secarnos el corazón. Mi nieto, todos los nietos de los cubanos, merecen que les forjemos una patria acorde con los requerimientos del mundo actual.
Quiero que Samuel sepa elegir, y lo aprenda temprano. Un hombre que no sabe elegir va por el mundo como un mendigo que implora la limosna de la orientación a una brújula ajena, y corre el riesgo de que lo descarríen, que lo conduzcan por un camino incierto. Es una tarea impostergable enseñar al cubano, cuanto más temprano mejor, a elegir el destino propio y el de la nación, y para ello hay que cortar, de un tajo sabio y decidido, todas las ataduras que por casi medio siglo nos han impedido la libre circulación de una sangre, por herencia patriótica, rebelde y orgullosa. Sean estas cartas a ti Pucha mía, mi derrotero intraicionable para el futuro. Porque así pienso, así actuaré. Sólo la muerte podrá impedir que luche por estas ideas. Repetirte que te amo jamás será suficiente porque no hay letanía, por duradera que sea, que alcance para reiterarte todas las veces que desearía decirte,
"Pucha, te amo".
Yo
XII
Cárcel de Aguadores, 20 de septiembre, 2003
Sra. Yolanda Huerga Cedeño
Puchita:
No sé si hoy ha ocurrido algún hecho histórico. La vida de la humanidad está plagada de fechas trascendentes. Pero hoy es un día histórico sólo porque te amo. ¿Hay mayor historicidad que el amor? Dicen que amar con desenfreno, con frenesí, con el corazón, es asunto de adolescentes. Debo haber amanecido adolescente, niño romántico-heroico que desea ser un héroe mitológico para que tú lo ames. ¡Pobre Werther que soy a mis 51 años. ¡Te amo con el corazón, la cabeza, la piel y los riñones! Tengo grandes amores. Tú lo sabes y no me celas tontamente de ellos. Dios, la Patria, mis hijos, pero ante todo tú, porque tú eres yo. ¿Cómo amaría a Dios si no te amara?
La cárcel es ruda, la cárcel es sórdida, la cárcel es degradante, pero ¿hay cárcel más cruel que encerrar el pensamiento humano, pretender la acefalia ajena para convertirse en el único pensador? El más torpe, el más incultivado de los hombres se rebelaría frente a la imposición de un pensamiento único ¿Quién ha dicho que la multiplicidad humana puede encarrilarse para que viaje mansa, negligentemente por un solo raíl? ¿Quién ha dicho que la pluralidad ideológica puede atraparse en un puño -por más férreo que éste sea- y convertirla en doctrina alelante que todos tengan que aceptar? ¿Qué fronesis exótica es esa, qué reflexión demencial? Y las potencialidades cognoscitivas del ser humano, ¿dónde quedan? ¿Es que acaso el hombre es hucha vulgar que traga pacientemente cualquier moneda política, ética que se arroje dentro de ella?
No es cuerno vacío que se desborda con cualquier futilidad el pensamiento humano. Todos aprendemos, desde temprano, a valorar, discriminar, solucionar aquello que más concuerda con los valores éticos propios, heredados de una tradición familiar, religiosa, social. ¿O es que el totalitarismo posee la cualidad de borrar todo legado cultural para, partiendo de la nada, erigirse Dios y crear "un hombre nuevo", autómata triste, dispuesto siempre a asimilar exclusivamente la directriz del "gran cerebro?" Ningún sistema de gobierno postra la facultad omnímoda, omnipotente de trasmutar la sociedad en un monolito ideológico. La unanimidad política es, a estas alturas del desarrollo humano, una engañifa a la cual ningún cosmético enmascara eficientemente. Se engaña, y pretende embaucar a los demás, todo gobernante que, por más recursos -persuasivos o represivos- que despliegue para la movilización popular, crea representar, llevar en sí, la opinión general.
La doblez popular también existe y la sociedad, frente a la represión -ya enmascarada o abierta- la utiliza para salvaguardarse; puede la doble moral ser la única tabla de sobrevivencia en el naufragio político. La historia ha demostrado que la simulación social socava pero no derrumba. El desplome viene cuando la sociedad, fatigada de fingir, prefiere la cárcel real, ruda, sórdida, degradante, antes que permanecer en la ergástula, más estrecha y denigrante, de la falta de pensamiento propio y la imposibilidad de elegir. Cuba conoce las alternativas, sabe del derriscadero por el que se desbarranca, tiene conciencia del abismo ideológico en que ha caído. ¡Quiere elegir! Y no podrá la cárcel, mía o de miles, detener un futuro plural, múltiple, elegible.
Por eso ha amanecido hoy mi amor lozano, ígneo, palpitante. En ti se resume la patria, la libertad. Te conozco y conozco a mi pueblo. Soy un reo feliz porque te tengo y mi pueblo me tiene. Vaya espíritu flaco el mío si me quejara de mis penurias.
Cuba sufre más. Cuba vive más encarcelada que yo, su padecimiento es mayor. ¡Cuba primero! Salvémosla. El hombre es perecedero, la patria que deja a los hijos, eterna. Fundemos la patria donde nuestros hijos puedan pensar y elegir.
Si te besara ahora, te abrasaría, y yo ardería contigo
Tuyo
Yo
XIII
Cárcel Aguadores, 18 de septiembre, 2003
Sra. Yolanda Huerga Cedeño
Puchita:
Si caben en tu corazón más pesares que los que te ha impuesto el gobierno cubano al encarcelarme injusta, despiadadamente, escucha también estas tribulaciones mías, que sólo comparto contigo porque eres parte mía. Debía callarme, no causarte penas, pero sé que entre los dos el fardo es menos pesado.
Te doy dos buenas noticias. Las pequeñas escaras que me produjo dormir en el suelo y sin aseo durante la huelga ya sanaron. Con todas las delicias que trajiste he empezado a engordar. De los 49 kilogramos con que terminé la huelga ya peso 54. Parece ser que el queso y la leche siguen siendo alimentos esenciales, lástima que a nuestros niños los priven de leche a los siete años.
La alimentación aquí es tan deficiente como en la cárcel de Boniato. Las mismas recetas -bazofias- se repiten con asqueante asiduidad. Me impongo comérmelas, pero me es imposible. ¡Cuánto echo de menos a tus artes culinarias de las que, a veces, me quejaba; no sé cómo excusarme contigo! Parece que los seres humanos necesitamos perder algunas cosas para comprender que se trataba del paraíso.
Los libros que me trajiste también me alimentan. Son el antídoto preciso contra la alienación, el embrutecimiento diario a que estoy expuesto. Este es un mundo inhumano, grotesco, inescrupuloso, aberrante. Para evadirse de él hace falta una dosis inmedible de voluntad y valentía. Siempre se está al rente del exabrupto y la violencia. La cautela tiene que ser permanente y la alerta eterna. Uno nunca puede definir con exactitud cuándo se trata de provocadores manipulados o de personas realmente traumatizadas por los años de cárcel los que se te acercan. En todo caso el comportamiento en las relaciones -bien sabes que no soy muy buen cultivador de ellas- tiene que ser sereno, firme. No se puede mostrar ningún signo de debilidad, al mismo tiempo que el coraje no puede ser demasiado ostensible. El equilibrio del carácter, para con todos, sin excepción y sin exclusión, es la clave de una convivencia cercana a lo sosegado, si es que el sosiego puede alcanzarse en este lugar.
En cuanto a las conversaciones de corte político, la cautela hay que redoblarla. Sólo se topa con personas de pensamiento muy primitivo, poco cultivado, fabricado a fuerza de consignas banales; si algunos se expresan contra el gobierno, no lo hacen por convicciones, sino porque, en última instancia, todo recluso rechaza el sistema que lo encarcela; la libertad es tan sagrada -a pesar de ser la palabra más emputecida, y la categoría filosófica más pretendidamente explicada- que hasta los hombres más pedestres quieren solapar sus culpas, sus crímenes, tras el biombo de las culpas, los crímenes, los reaccionarios de los gobiernos. Por otro lado son muy volubles, tan pronto los escuchas despotricando contra el sistema, como a la menor prebenda, los oyes alabándolo con frenesí de bestias obnubiladas. El preso cubano -no sé cómo será en otra parte- está lastrado por un sentido de provisionalidad muy acentuado. Cree sólo en el ahora y en el aquí. No tiene el menor sentido de futuro, su proyección hacia el mañana no existe. Está tan engañado, tan mondongueado por las autoridades penitenciarias, y por tanto tiempo y tan constantemente, que no espera nada de nadie. Su sentido de reafirmación individual se mueve en el estrecho carril del día que discurre. La esperanza para ellos es una entelequia. Su confianza en los demás es sólo una máscara de pseudoagradecimiento cuando se le satisface una perentoriedad: el obsequio de una galleta o un cigarrillo. Después son capaces de destriparte, denunciarte o, en el mejor de los casos, ignorarte. Tienen -como consecuencia de la política que se ejerce sobre ellos- el sentido de colectividad inhibido, cuando no totalmente anulado. De ahí que sea imposible un motín, una rebelión organizada contra los desmanes humanos y civiles que cometen cotidianamente las autoridades penitenciarias. Y es cuando -aplastados por esa trampa infernal- optan por la autoagresión física (se incendian, se acuchillan, se enceguecen, se mutilan) o van a la huelga de hambre como único modo de llamar la atención de las autoridades sobre ellos. Y ni con ello alcanzan un tratamiento más humano. El desmembramiento, la desarticulación, la atomización de la conciencia colectiva, el sentimiento de solidaridad entre iguales, son las armas más eficientes del sistema penitenciario cubano.
Para los presos de conciencia esa ignorancia de los presos comunes es el mejor estado que puede alcanzarse. Conseguir que lo ignoren a uno es lo más acertado que se puede conseguir. Evita la cuerda floja de tanta volubilidad. La solidaridad humana cobra aquí un carácter aberrado. No se puede ser obsequioso ni tacaño en demasía. Hay que establecer, muy a tiempo, esa frontera infranqueable y reconocible de brindar cuando se considera apropiado y denegar cuando alguien desea aprovecharse de tu bondad. Es una coraza no muy cristiana, pero sí muy necesaria. La cárcel común es una agria lección que no deseo a nadie, aunque comprenda la necesidad -otra palabrita emputecida y categoría filosófica recontraexplicada- de su existencia para mantener un orden propicio para el buen desarrollo de la vida en sociedad. La cárcel política es un verdadero crimen, crimen mayor, de cualquier gobierno que la imponga. Someter a un opositor político a los rigores de un sistema penitenciario despiadado es cercenar el desarrollo político de la nación, es mutilar el derecho de todo hombre a pensar, a disentir, a soñar una sociedad mejor; es, en fin, un acto de terrorismo gubernamental con afanes de perpetuidad en el poder. Y si ese presidio político es como en Cuba, donde al reo de conciencia se le arroja -abandonado a su suerte, su fuerza y su inteligencia únicamente- dentro de toda catadura de delincuentes comunes, es doblemente criminal y terrorífico.
El choque conceptual que puede producirse entre un preso común y un reo de conciencia tendría -y ha tenido- efectos catastróficos. Son dos sentidos de la existencia diametralmente opuestos. Por lo regular, el preso común se degrada moralmente, mientras que el preso político se fortalece y engrandece éticamente. La incomunicación entre ellos es prácticamente inmanente a ambas perspectivas personales, y la confrontación se torna inminente, y es donde el hombre de conciencia, de responsabilidad civil y pública se ve obligado a efectuar ciertas concesiones que eviten la conflagración, pero que a la vez pueden disminuirlo frente a la concepción primitiva del resto de la población penal común. Y si el preso político se deja arrastrar por esa enfermiza y errónea concepción de virilidad casi animal que caracteriza la hombradía -más bien machismo- cubana, podría incurrir en contravenciones que lastren su prestigio político.
He ahí una trampa macabra que el preso de conciencia cubano tiene que sortear con valentía y honradez y sentido de la responsabilidad. Pero no es la única trapisonda a que somete el gobierno cubano a los presos políticos, porque de esa misma trampa nacen los efectos psicológicos que -de prolongarse el encierro- afectarían el sistema nervioso del condenado.
¿No te parece, Pucha, verdaderamente demoníaco el intento gubernamental de doblegar por este medio las conciencias adversas a sus intereses políticos? ¿De qué se trata, de verdadera batalla de ideas, o de abuso desmedido del poder para reprimir las ideas contrarias? Una verdadera batalla de ideas no encarcela las ideas opuestas, a lo sumo, debe tener por norma -ética y política- contrarrestarlas con eficiencia, inteligencia y verdadera tolerancia. El gobierno cubano no sólo expone el futuro de Cuba con su actitud delirantemente caprichosa, totalitarista y obsoleta, sino que lo compromete seriamente sometiendo a sus opositores a unos peligros donde pueden resultar dañados su integridad intelectual y física.
No creas, amor, que te explico, que reflexiono sobre estos desenfrenos del gobierno cubano, por miedo. El miedo para mí es un sentimiento mezquino cuando se trata de temor a lo hombres. Mi único temor es frente a Dios. Pero realmente me aterra el futuro de Cuba. ¿A dónde quiere el gobierno cubano, ya abiertamente retrógrado llevar al pueblo cubano? ¿Puede la vanidad de un hombre sobreponerse a la voluntad de una nación de ser libre, próspera, estable, dichosa? ¿Seremos tan ciegos como para permitirnos seguir andando por un laberinto donde sólo nos aguarda el minotauro feroz de la pobreza, del aislamiento, de la degradación humana?
No, Puchita mía, siento latir en mí toda la fuerza telúrica, abrasadora de mi nación, percibo la inminencia de la rebeldía total. Se salvará la patria. Al fin lograremos la libertad de poder ser nosotros mismos, con nuestras virtudes y defectos, nuestras santidades y malignidades, sin que un solo hombre pretenda prediseñarnos un alma común para todos, sin matices ni irregularidades naturales que nos hagan únicos, irrepetibles, diferentes en sí, verdaderamente humanos, dentro de la multiplicidad en que nos creó Dios. ¿Quién ha dicho de modo tan estrambóticamente maniqueo que el ser humano está concebido de una sola piedra y de la misma y exclusiva cantera? Vaya locura comunista, vaya demencia senil castrista, vaya disparate totalitarista. ¿Qué dirían de ello los dedos de esta mano con que escribo, si todos son diferentes, útiles, agraciados con diferentes funciones? El igualitarismo comunista es la locura más atrevida, la ley más antinatural de cuantas han ceñido y asolado la tierra.
No más por hoy. Si no estuviera loco no te amara. Recuerdo ahora a Martí: "amor cuerdo no es amor". Soy un loco que sueña con la loca cordura de la libertad, tuyo,
Yo
XIV
Cárcel de Aguadores, 15 de septiembre 2003
Sra. Yolanda Huerga Cedeño.
Pucha querida:
¿Será Cuba sólo ese tráfago de tiranos, cada vez más crueles, herencia abrumadora que nos legara una metrópoli ferozmente absolutista cuando el "descubrimiento" de nuestra atribulada, dolida isla?; ¿será sólo esa ecléctica mixtura de razas bullangueras e irresponsables carentes de identidad propia y que, como famélicos perros vagabundos, siguen la primera mano que les lanza un hueso ya roído, o les da un silbido de pestilente y ajena ideología; ¿será acaso sólo el histrionismo payasesco tropical para turistas peseteros que arriban solamente tras las huellas de meretrices baratas, o ese mismo histrionismo con aires de solemnidad, que persiguen caudilluchos populistas y seudo mesiánicos que vienen a pavonearse junto a una historicidad decadente, porque, en el fondo sólo aspiran, como su ídolo, a perpetuarse en el poder? No puede ser.
Poseemos también una herencia de fundadores hidalgos que fueron capaces de incendiar la ciudad donde nacieron ¡donde naciste! antes que rendirla al opresor; de padres adelantados capaces de enseñarnos a pensar, a ser nosotros mismos, de jóvenes altruistas y románticos capaces de inmolarse en la siempre sacrificial piedra de la Patria honrosa, de artistas eméritos que han ennoblecido nuestro espíritu con sus versos, sus arpegios, sus colores. ¿Por qué entonces esta timoratez que nos consume, por qué esta docilidad que nos mantiene con la cerviz a ras del suelo, por qué esta indecisión o indiferencia que nos carcome? ¿Alguna tiranía lo había logrado antes, y por tanto tiempo?
Es, Pucha mía, que la tiranía actual es más sutil, sofisticada, sibilina, dúctil de jugadas, despiadada, inescrupulosa y cruel que todas las anteriores. Párvulos fueron Machado y Batista, niños caprichosos e ingenuos. Esta tiranía se estableció contaminada -diríase infectada- por el comunismo ruso -el mismo que infectó toda la Europa Oriental- con su carácter sátrapa y tenebroso. Tiranía totalitarista que crea en los súbditos el servilismo perruno y en los poderosos la prepotencia, la arrogancia y la impunidad, un totalitarismo que ha robado, con su pillaje enmascarado de ley, el honor, la libertad, la vida, sin dejar alternativa alguna a las víctimas que hemos sido, que somos. De la misma manera que Lenin, a la cabeza de los bolcheviques, abortó la revolución burguesa rusa, los barbudos enrojecidos, no por el sol caribeño, sino por la tóxica ponzoña de una ideología espuria, malograron la nuestra. ¿Qué pensarían hoy nuestros antecesores sacrificados en pos de decapitar la tiranía anterior, al sentirse colaboradores involuntarios de una nueva y más devastadora tiranía? ¿Cómo se comportarían hoy tus tías Blanquita, Yolanda y el dueño de Radio Angulo en Holguín, estaríamos a su altura, no resultaríamos opositorcitos políticos, casi ridículos ante ellos? Creo que estamos inmersos en el minuto glorioso. Si nos dejamos invadir por el miedo que corroe los huesos de los cubanos -como único amparo frente a la bestialidad gubernamental. Si permitimos que la incuria frente a las angustias de la nación que aplasta a los ciudadanos nos circule por la sangre, estaremos traicionando a Blanquita, a Yolanda, a Angulo, en última instancia a Mamaté. ¿Tuvo Blanquita temor al expulsar de su casa a generales y embajadores del poder cuando se sintió usada, manipulada, traicionada por ellos -preguntadle al general William Gálvez? ¿Por qué tendremos nosotros miedo de expulsar de la casa común -la nación- a quienes nos usan, degradan, manipulan y traicionan. ¿No te parecería más digno morir?
Amor, no quisiera parecerte falsamente apostólico, o en el peor de los casos, pedante, pero ahora comprendo mucho mejor que la rebeldía no es privativa de la juventud. Desde mis cincuenta y dos años me siento inaugural para la lucha, imberbe para las utopías decorosas y verdaderamente fructíferas, mozo para los anhelos que borren las tinieblas. Carlos Manuel de Céspedes cuando se levantó en La Demajagua también sobrepasaba los cincuenta, ¿será que éramos, tanto él como tú, como yo, rebeldes desde la infancia? La cárcel no me ha doblegado, al contrario, me ha radicalizado aún más y clarificado mis ideas. Aquí la meditación y la reafirmación personal se tornan casi manías. Hoy conozco mejor, en más detalle, la rémora que significa para el desarrollo de Cuba el actual régimen. Un régimen que más que sistema de gobierno es una -poco valiosa por cierto- pieza de museo, un fósil vivo que se tambalea, trastabilla, se interpone al tránsito hacia un siglo nuevo, una existencia nueva a la que el mundo entero se ha insertado ya. ¿Qué momia anacrónica y vampiresca es ésta que nos estanca, descarría y deja exánimes mientras la felicidad se nos escabulle? ¿Permitiremos que nos desangre totalmente mientras el mundo se revive después de un siglo con dos guerras mundiales y una guerra fría donde estuvimos al borde del holocausto? Así no será. Estar vivo, aunque encarcelado, es luchar. El pueblo, también en la ergástula ya visible de la tiranía, también luchará. Las pulsaciones gubernamentales se están acelerando por días, la presión aumenta vertiginosamente, huele a cadáver, el infarto es inexorable. El viejo, desgastado, turbulento corazón de la dictadura -¿habrá sido proletaria alguna vez?- no resistirá el empuje de su propia sangre envenenada. Al fin entraremos al nuevo siglo como quien resucita y se escapa de una infecta, sórdida tumba. Haremos, para nuestros hijos, de esta fosa común que nos dieron por hogar durante casi medio siglo nuestros enterradores -disfrazados de redentores- un jardín exuberante, de lujuriante flora, de cantora fauna, donde la ortiga del totalitarismo no hallará espacio para germinar, ni la traidora serpiente del comunismo hallará madriguera.
Pucha, no cejes en el empeño de ser mi voz, de ser mis ojos, mis oídos ante el mundo, porque como dijera el poeta Walt Whitman "cada partícula de mi cuerpo es tuya" y sin ti no me completo, no soy. Abracemos el amor, abrasemos el odio, más fuerte aún que hasta ahora. Creceremos. Tuyo,
Yo.


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