Yo no puedo entender aquellas palabras que rebotaron en mi tristeza y penetraron en mi corazón causando heridas lúgubres, como aquellas que rozan en la decadencia de un destino, o como aquellas otras que rompen la maldición pero no sobreviven después del primer verso y es que no se puede usar puñales de hielo para cortar en pedazos la alegría, nos debemos a gestos y expresiones, nos debemos a provocar alegrias y no desamor, pero no entendemos aquellos sacrificios que hacen a favor de una buena caricia, de un buen entendimiento y en vez de abrazar y dejar correr aquella cascada que nos induce al deseo preferimos el egoismo de nuestro miedo, de nuestra huella que creemos única y corremos, felices de creer que nuestra bandera flotará inerte y bulliciosa y nos percatamos que atrás dejamos una lagrima silenciosa correr por esa mejilla que otras veces hemos besado.
No sé por qué el destino se detiene casi siempre en la ventana de mi vida y comienza a estrenar cada uno de sus zapatos antes de comenzar el nuevo camino, lo peor es que nunca puedo encontrar la huella porque no me deja ver que zapatos lleva puesto y es doloroso, es increiblemente aterrador descubrir que estás en un camino sin derecho a encontrar tu propio rumbo, sin derecho a caminar porque no hay caminos alternos y sigues alli consumiéndote como esa vela que rompe la monotonía en la inutilidad y cuando crees que a lo lejos empieza a aparecer esa luz te das cuenta que solo es un reflejo de una venganza por no elegir cual palabra emplear para describir tu sombra.
Es triste ver como tu alma se desmorona, sentado en esa roca sin otra razón que esperar a que la tristeza se le pase su hora de cantar y quiera venir en tu salvación pero no se detiene, vive atada a su pasado de glorias, a su pasado en aquel escenario de orquideas donde siempre nace una esperanza, pero ya es olvido y se detiene a esperar su regreso y yo aqui sentado como tatuaje incrustado en el paisaje y no sé qué hacer....
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